IBERIA ES CULPABLE
La situación que desde hace semanas vienen padeciendo los usuarios del aeropuerto de Barajas y, con ella, el conjunto del turismo español —el único sector económico que resiste tras la debacle de la construcción y la industria del automóvil— tiene un culpable, que no es el ministerio de Fomento: la dirección de IBERIA, con su presidente Fernando Conte a la cabeza, que está afrontando con dejadez la supuesta —¿verdadera o falsa?—huelga de celo de sus pilotos.
Al respecto, todo indica que los directivos no han querido solucionar lo que comenzó como un conflicto laboral porque esperaban que el malestar ciudadano se volviera en contra de un SEPLA que se vería obligado a abandonar sus reivindicaciones. Pero la entrada en escena de la ministra de Fomento, quizás obligada por la concatenación de escándalos —retrasos, cierre del aeropuerto tras la nevada, motines a bordo, etc.—, y sobre todo del parlamento, estropeará la estrategia de la compañía aérea. Mejor dicho, de sus directivos, que habrán disfrutado de sus vacaciones navideñas mientras los viajeros perdían parte de las suyas en las eternas esperas en Barajas y otros aeropuertos. Confío por tanto en que Fomento disponga de las herramientas necesarias para, además de contribuir a solucionar el problema, hacer pagar a los responsables de tamaño despropósito.
Esa estrategia no es nueva, porque se practica desde hace demasiado tiempo. Consiste es que la ciudadanía se ponga en contra de los trabajadores que ejercen su derecho a la huelga, eternizando la resolución de los conflictos, de modo que se provoquen perjuicios a quienes no tienen nada que ver con la lucha laboral. Sucede cada vez que los mal pagados trabajadores de limpieza piden mayor salario y las calles se llenan de basura, o cuando los conductores de autobús u otros transportes colectivos llevan a cabo sus paros. Como ello causa problemas a quienes, sin posibilidad de hacer huelgas similares —trabajadores con contratos precarios, oficinistas de empresas sin representación sindical, autónomos, etc.—, sufren la falta de servicios, al final los sindicatos se ven obligados a no llegar hasta el final, con lo que la patronal se sale con la suya.
Debo precisar que no soy partidario de la permanente reivindicación por parte de los pilotos, porque asumo que se trata de un colectivo elitista que, salvo excepciones, se ha formado de forma gratuita gracias a todos los ciudadanos a través del ministerio de Defensa. Pero eso no significa que no tenga claro que los pilotos están en su derecho de intentar conquistar como consideren oportuno, incluyendo la huelga, sus reclamaciones laborales. Y el hecho de que quienes no pilotemos aviones pensemos que quienes sí lo hacen están suficientemente pagados no debe alterar nuestra opinión al respecto. ¿Qué son unos privilegiados? Mejor para ellos...
La verdadera cuestión es que si se han declarado —o no— en huelga de celo y sólo están trabajando “a reglamento”, lo cual está generando un perjuicio a los usuarios, quedará demostrado que IBERIA ha venido sacando adelante sus operaciones gracias a que los pilotos trabajaban más de lo establecido. Porque si un usuario se enfada porque la tripulación, tras bajarse de un avión y antes de montarse en otro, decide marcharse a un hotel a descansar tres horas y resulta que el convenio dicta que, en efecto, puede —¿debe?— descansar tres horas, será porque IBERIA nos ha acostumbrado a viajar en aviones cuya tripulación no descansa lo reglamentario. Vamos, como si los conductores de autobuses recorren un trayecto de 6 horas y, sin descansar, vuelven a montarse en su vehículo, de vuelta al punto de partida, transportando viajeros. ¿Sería eso tolerable?
Así las cosas, cabe preguntarse si el día en que IBERIA pague más a sus pilotos, ellos van a volver a trabajar a destajo, sin respetar unos horarios que se suponen establecidos para mayor seguridad de los viajeros ¿Podremos estar, en ese caso, seguros de que los vuelos operan como es debido?
Y aún hay algo de mayor interés: ¿Por qué la compañía no ha tratado de solucionar este conflicto laboral en medio de unas supuestas negociaciones de venta? ¿Acaso para que los posibles interesados no compren, lo cual implicaría que los actuales directivos sigan en sus puestos? O, muy al contrario, ¿para que los hipotéticos compradores tengan argumentos para presentar ofertas más baratas y puedan comprar una empresa tan golosa a menor precio, lo cual en el futuro podría ser recompensado?
Decía Garganta Profunda aquello de "sigue la pista del dinero"...
4 comentarios
Paco Piniella -
Franesco -
MILLÁN: Incluso lo que está en manos privadas puede ser supervisado por el poder público, así que habrá que ponerse manos a la obra, que la situación es en verdad caótica.
Millan -
Maripuchi -
Lo único que refuerza es el elitismo de la cosa. Sólo se hará piloto aquel cuyo padre (o pagador de los estudios) tenga pasta o la pueda conseguir.
Otro día hablo más de pilotos, que sé un rato... pfff