LOS CASOS DREYFUS Y GALA
Desde hace 25 años, la American Library Association celebra a finales del mes de septiembre la Semana del libro prohibido (“Banned Books Week”), que pretende que los estadounidenses recuerden la garantía democrática que ofrece su libertad de lectura (“Freedom to Read”). Dicho evento ha dado pie a que el blog No es algo personal inicie un meme que me llega por dos vías: Geógrafo Subjetivo y Joselito. El reto de Yattarouze consiste en responder a estas dos preguntas:
1 - ¿Existe algún libro que tiraríais gustosos a la hoguera?
2 - Y al contrario, ¿cuál salvaríais a toda costa, a pesar de su naturaleza provocativa/indecente/subversiva?
Antes de nada, quiero agradecer que se considere interesante mi participación en este reto intelectual. También advierto de que mi selección no derivará de la calidad de las obras, sino de mis motivos para llevar un libro en la maleta mientras tiro el otro a la basura:
El libro que salvo es YO ACUSO: EL CASO DREYFUS, editado en Ginebra en 1975 por Editions Ferni para el Círculo de Amigos de la Historia, dentro de la colección “Los grandes procesos de la historia”, de autoría desconocida. Dividido en cinco capítulos (“El acta de acusación”, “Yo acuso”, “Nueva condena”, “El indulto” y “La rehabilitación”), narra las vicisitudes que padeció en la Francia de finales del siglo XIX Alfred Dreyfus, Capitán de Artillería, acusado falsamente de traición, condenado, degradado, deportado “de por vida” a la Isla del Diablo guayanesa y años más tarde rehabilitado, en un infame proceso nacido del odio antisemita de la alta sociedad civil y militar francesa de la época: el pecado de Dreyfus era (fue) ser judío... El primero de su raza que accedió al Estado Mayor.
A Dreyfus se le procesa a partir del descubrimiento de una carta escrita en papel cebolla, “sin firmar y sin fechar”, que dice que “una serie de documentos confidenciales han sido entregados a un agente de una potencia extranjera” (Alemania). Pronto “aparece” otro documento, el “Memorándum”, que refleja los cuatro supuestos informes filtrados, que sólo pueden ser obra de Dreyfus. Detenido en secreto en septiembre de 1894 y sometido a interrogatorio, el militar no confiesa, pero se le acusa por su perfil “sospechoso y que presenta una gran analogía con la de las personas que practican el espionaje”. Además, “del examen atento de todas las letras de los oficiales empleados en los departamentos del Estado Mayor del Ejército, resulta que la del capitán Dreyfus presentaba una notable similitud con la letra de la carta enviada”. Su acusador, el general Mercier, dirá en el Consejo de Guerra: “En este asunto hay de seguro un culpable, y es Dreyfus o yo. Como no soy yo, es Dreyfus”. La sentencia está dictada...
Muy pronto el hermano "admirable" de Dreyfus, Mathieu, descubre que el “Memorándum” lo ha escrito ex profeso el comandante Esterhazy, él sí espía, y que el Estado Mayor lo sabe, aunque prefiere que Dreyfus pague el pato (de hecho, Esterhazy huye a Londres y reconoce en The Observer ser el autor de la falsificación, aunque alega haber seguido las indicaciones del Estado Mayor). Dicha injusticia es denunciada por el intelectual Emile Zola, quien el 13 de enero de 1898 inserta una carta pública al entonces presidente de la República, Félix Faure, en el periódico L’Aurore, con 200.000 ejemplares de tirada. El escándalo es mayúsculo, porque Zola remata su texto diciendo:
“No ignoro que al elevar esta acusación desafío la Ley de Prensa, que castiga los delitos de difamación y voluntariamente me expongo a ello... El acto que realizo no es más que un medio revolucionario para apresurar la explosión de la Verdad y de la Justicia. Que se atrevan, pues, a llevarme a los tribunales y que la investigación se haga a la luz del día”.
Zola es procesado y condenado a un año de prisión y tres mil francos de multa, aunque apela y el 23 de mayo se inicia la segunda vista en la Audiencia de Versalles, de la que sale bien librado y que motiva que el 3 de junio de 1899 la Corte de Casación anule la condena de Dreyfus y reclame la presencia de Esterhazy, quien por supuesto no regresa de Londres. Quizás porque se necesita un culpable, se abre otro Consejo de Guerra que finaliza el 9 de septiembre, de nuevo condenando a Dreyfus, esta vez a sólo diez años de prisión...
El Gobierno tiene decidido firmar el indulto, por motivos de salud del reo, pero ello obliga a Dreyfus a declararse culpable y a solicitar la Gracia:
“El Gobierno de la República me devuelve la libertad. Pero ésta no es nada para mí sin el honor. A partir de hoy me propongo continuar persiguiendo la reparación del espantoso error judicial del que soy víctima todavía. Quiero que Francia entera sepa, a través de la sentencia definitiva, que soy inocente. Mi corazón no estará tranquilo hasta que no haya un solo francés que me impute un crimen que no he cometido”.
Por otro lado, Zola morirá el 29 de septiembre de 1902, asfixiado por las emanaciones de la chimenea de su hogar, defectuosa. ¿Crimen o accidente? Los expertos designados por el Gobierno dirán lo segundo, pero 25 años después el periodista Jean Bel informará de que un deshollinador confesaba que él mismo, junto con otros colegas, había obstruido la chimenea, voluntariamente y por encargo.
Dreyfus reclama judicialmente la revisión de su proceso y el 3 de mayo de 1904 la Sala de lo Criminal de la Corte abre sus debates y acepta dicha petición, por lo que el caso pasará a estudiarse, lentamente... Tras las elecciones legislativas francesas, el 12 de julio de 1906 aparece publicada la sentencia, que rehabilitada definitivamente al Capitán de Artillería, quien podrá reincorporarse al Ejército: el 22 de julio es condecorado como caballero en la Escuela Militar, donde doce años antes había vivido la ignominia de la degradación. Tras el acto de armas, sale escoltado por 200.000 parisinos que gritan “¡Viva Dreyfus!” y “¡Viva la Justicia!”. Hasta entonces impasible, el militar rompe a llorar... Días después, el 28 de julio, será recibido en el Palacio del Elíseo por el presidente de la República, Armand Fallières.
El traidor Esterhazy morirá el 21 de mayo de 1923 en Inglaterra, donde vivía en una habitación alquilada bajo el nombre de Conde de Voilement; por su parte, el héroe Dreyfus fallecerá el 11 de julio de 1935, habiendo alcanzado durante la Gran Guerra el grado de teniente coronel de la reserva y nombrado oficial de la Legión de Honor el 11 de julio de 1919.
En mi opinión, la verídica historia de Dreyfus merece ser recordada...
En cuanto al libro que quemaría, es EL PEDESTAL DE LAS ESTATUAS, supuestamente escrito por Antonio Gala y publicado en 2007 por Planeta.
Con 538 páginas, un separalibros se ha detenido (ahí sigue, testimoniando mi hartazgo) en la 237 y no sé por qué llegué a tanto: ni sé cómo termina, ni me interesa. Casi lo único bueno del libro es la cita que Gala (ni siquiera creo que la novela la haya escrito él, sino algún “negro”) atribuye a Antonio Pérez, secretario real de Felipe II e hijo del secretario real de Carlos I, huido primero a Francia y luego a Inglaterra tras un encierro motivado por el asesinato del secretario de Don Juan de Austria:
“He estado cerca del poder, de cualquiera, como para creer en él. Lo he tenido; me ha manchado las manos; he hurgado en sus entrañas, me salpicó los vestidos más caros, que son los que debe uno ponerse cuando se va a hacer el daño verdadero... No creo en la sinceridad del poderoso; sin embargo, no he deseado en mi vida otra cosa que serlo”.
La excusa de El Pedestal de las estatuas es la supuesta recuperación de un cartapacio con las memorias del citado Antonio Pérez, en plan Código da Vinci, sin duda el best seller que impulsó a Gala, a Planeta o a quien fuera a editar este pastiche, para fabricar el cual alguien habrá espigado un par de libros malos de Historia de España y, cogiendo de aquí y de allá, además de retorcer la historia, ha manchado la carrera literaria de un autor como Antonio Gala.
Por eso tiraría ese libro, para que no se sepa que quien ha escrito El manuscrito carmesí o La pasión turca fue capaz de firmar (no creo que él sea el autor, aunque quién sabe...) ese bodrio.
Para terminar, meto en un lío a tres blogueros que sigo, a quienes animo a incorporarse a este meme: Entre Líneas, Reflexiones Progresistas y Diario de un Transeúnte.
16 comentarios
Alex -
Franesco -
No he leído "De todo lo visible y lo invisible"; en realidad, no he leído nada de Lucía Etxeberría. Es tal su histrionismo y dice tantas sandeces que pensaba que su obra también era mala. ¿Merece de verdad la pena o a ti te gusta porque algún personaje te atraiga? Me he propuesto leer de forma paulatina aquellos libros que recomiendan quienes leen Me Sabe Mal, aunque sólo sea para conocer más sobre quienes me leen.
Alex -
Y salvar? quién puede decidirse por un solo libro? El retrato de Dorian Grey, El extranjero, Fausto, El Ulises de Joyce, San Manuel bueno, mártir, (o cualquiera de Unamuno en su defecto), La república, Así habló Zaratustra, Hamlet, De todo lo visible y lo invisible (paro ya, o la lista, como la historia, será interminable)
Franesco -
Diego Cruz -
Franesco -
xiabre -
Franesco -
XIABRE: ¿El hombre bicentenario? Vi la película ("The Positronic Man") y me encantó la actuación de Robin Williams en el papel de Andrew, pero no lo he leído. De Asimov leí varios "robots", en una de mis tandas: cuando me pongo con una temática (espías, historia, biografías...) leo cuatro o cinco libros en torno al mismo asunto durante unos meses, y comparo. Tampoco he leído La sonrisa etrusca, y eso que ya empieza a ser un clásico (está claro que presto poca atención a lo actual: ¡con todo lo antiguo que me falta por leer!)
xiabre -
Por cierto no podría yo identificarme jamás con la pianista, aborrezco a la gente que manipula a los demás, jajajaja Mi personaje favorito era el anarquista teórico, me hacía reir, que no es poco cuando uno tiene 17 años.
En fin que me encanta. Si lo pienso fríamente, creo que hay pocas cosas que no me gusten para leer (Cela ni de coña) ¡si hasta las etiquetas de las botellas y de mas cosas que se ponen en una mesa me las leo mientras como! jajajajaja¡Que adicción!
Por cierto nadie ha mencionado a Sampedro, "la sonrisa etrusca" aun me hace llorar.
Silvia -
De los ya citados también salvaría El perfume y, quizás, Momo (lo leí hace mucho tiempo, en 1º de Bup). Pero faltan otros: La casa de los espíritus, Te llamaré viernes, La sombra del viento, Las historias de Lulú, El invierno en Lisboa, Bomarzo, Los pilares de la tierra... Y de los clásicos: La casa de Bernarda Alba (que me hizo aficionarme al teatro), Historia de una escalera y, por supuesto, las Rimas y Leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer y los Veinte poemas de amor y una canción desesperada (nada como la Canción Desesperada) de Pablo Neruda.
Para olvidar: las cincuenta horas (¿o fueron cincuenta años?) que pasé leyendo "Cinco horas con Mario"... ¡Qué pesadez de descripciones! ¡Y dale con el muerto!
Te animo, Franesco, a que hagas un meme de estos, pero de pelis
Diego Cruz -
Franesco -
Lo que no me atrae es la literatura fantástica, porque no hablamos de Asimov, ¿no? Empecé El Hobbit y aguanté 15 páginas, ya hace años. Quizás ahora fuera distinto.
Yo tampoco podría quemar un libro, salvo que tuviera que hacer una hoguera para combatir el frío...
xiabre -
Yo adoro a Tolkien (La hoja de Nigle, El herrero de Wootton Mayor o El Granjero de Ham) son verdaderas delicatessen de la literatura fantástica
xiabre -
Pero salvar, sin duda, Niebla de Miguel de Unamuno
Franesco -
Estupenda aportación, ALberto.
Alberto Sotillos -
Salvaría varios libros. Al menos uno por temática. Salvaría por ejemplo, el Origen de las Especies, de Darwin, para que a pesar de los intentos de algunos, no desaparezca algo tan vital para la comprensión del hombre como es la Evolución. Pero si por algún motivo tuviera que quedarme con un sólo libro, no dudaría ni un momento, Cien años de Soledad, de García Márquez.
Si en cambio tuviera que hacer una elección práctica, salvaría La Iliada o alguna de las obras de Platón o Arsitóteles, pues de ellas nace toda la literatura actual y así podríamos empezar de nuevo. No hay nada escrito que no se escribiera ya por aquel entonces.
Para quemar, pues sinceramente ninguno. Podría prescindir, por ejemplo, de cualquier libro de Luis del Pino siempre y cuando se niege a catalogarlos como ciencia ficción. También sigo conservando una especial repulsión hacia la Historia Interminable o Momo, pero en ningún caso los haría desaparecer, con no leerlos bastaría....
Poco más... bueno no, salvar tambíen, si es posible, El Perfume, para no olvidar nunca cómo es el ser humano.